(Antiguo grabado perteneciente al libro de Agrícola "De re metallica", donde podemos ver a radiestesistas buscando metales)
Lo que hoy se llama de manera genérica Radiestesia (y que engloba distintos conocimientos, como el estudio de la geobiología, la rabdomancia, etc.), es, sin lugar a dudas, la aplicación de ciertos principios cosmológicos conocidos en las Ciencias Tradicionales (véase al respecto los trabajos de Titus Burckhardt), teñidos muchas veces con la pretensión de “modernidad” y “cientificidad”, características esta última que a nuestro juicio poco ayuda a la disciplina y arte que es la Radiestesia.
Ha ocurrido con muchas disciplinas tradicionales (empleamos aquí el término tradicional en el sentido dado por René Guénon, gran restaurador en Occidente de la metafísica) que con el avanzar de la densificación de nuestro mundo o caída, la sabiduría primordial se ha ido desvaneciendo y muchas veces el sentido mismo de un saber se ha desfigurado de manera tal que es casi irreconocible. Así, por ejemplo, ha acaecido con la Astrología que derivó en astronomía o la Alquimia que se transformó al perder su sentido espiritual en simple química. Desgajadas del marco espiritual estas ciencias han devenido herramientas más del materialismo en que vive la sociedad occidental.
El saber que comprende la Radiestesia proviene en gran parte de ciencias antiguas, entre las que podemos identificar especialmente a la Geografía Sacra. Al ser un residuo de ciencias tradicionales, la Radiestesia debió ser parte de una élite y ser transmitida de Maestro a discípulo. Por tanto, las áreas de su conocimiento no podrían ser entregadas de manera indiscriminada a cualquier advenedizo, sino luego de un proceso de verificación de ciertas condiciones de parte del alumno y de la comprensión y práctica de ciertos principios.
Hoy día no es fácil reconstituir plenamente el conocimiento de antaño. Pero si los radiestesistas somos capaces de indagar en las fuentes mismas de este saber y, por tanto, tener en claro cuáles son las directrices de la Radiestesia en tanto depositaria de un potencial espiritual inmenso, la tarea no será tan dura y, por el contrario, tendrá mucho sentido. René Guénon decía que si el hombre occidental era capaz de entender los principios metafísicos, reconstituir las ciencias tradicionales no sería complejo. Una vez dilucidados los principios, las aplicaciones de este saber se siguen fácilmente. Por tanto, creemos que si los radiestesistas actuales declinan en su deseo de pretenderse “científicos” en el concepto moderno (pues sin duda somos científicos, ¡pero de otra ciencia!; más prístina e integral, cuya misión es la ayuda del hombre y su entorno, y no la simple acumulación de estadísticas y cifras) para indagar más en los principios de esta Ciencia y Arte Tradicional el camino se irá haciendo más claro.
En el intento de restituir esta ciencia antigua, habrá que tener en claro algunas cuestiones vitales. Una de las más importantes es reintegrar a la Radiestesia a un contexto sagrado. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: lo que hace el radiestesista no es algo mecánico ni “racional” en su integridad. Hay factores de orden espiritual innegables que participan del “hecho radiestésico”. De ello muchos radiestesistas podrán dar su testimonio. Incluso nosotros hemos presenciado que la Radiestesia actúa con mayor eficacia cuando se utilizan nombres espirituales para atacar “puntos bloqueados”. Esta experiencia la hemos vivido junto con el radiestesista católico Juan Guillermo Prado. La fuerza del Verbo es una herramienta que ayudará a muchos radiestesistas a solucionar problemas de orden energético en personas, animales y casas.
Otro punto que deben considerar quienes deseen restablecer la Radiestesia a la categoría de las Ciencias Tradicionales, es conocer a fondo los pretendidos argumentos de los enemigos de la Radiestesia. Aquí nos interesan las críticas hechas por las autoridades exotéricas de las religiones. Al favorecer más la letra que el espíritu, ellos han indagado motivos en los textos sagrados para condenar esta ciencia. En verdad, lo que atacan tales libros no es el uso de la Radiestesia, sino el mal uso de ésta. Y tampoco todo tipo de Radiestesia sino una muy específica, en la cual jamás podría agotarse la inmensa área de saber radiestésica. Nos referimos a la Rabdomancia, es decir la adivinación a través de elementos radiestésicos (varillas, péndulos, etc.). La Radiestesia por sí misma no puede ser mala, salvo que se la emplee como sucedáneo de Dios. Quien hiciera de la varilla una especie de ídolo, sin duda que se alejará del Bien; pero quien solo la emplee como medio para ayudar a sus semejantes no entrará en contradicción con Dios. Además, el radiestesista no emplea invocaciones en su Arte, pues lo que ocurre realmente en el “hecho radiestésico” es la constatación de flujos de energías. Por otro lado si la Radiestesia fuera perversa un Profeta como Moisés (véase el Libro de los Números, de la Biblia) no la hubiese empleado. Finalmente, han sido los monjes católicos y ortodoxos un grupo de los que más han empleado este conocimiento, por lo cual difícil es pensar que la Radiestesia es algo demoníaco.
Cuando se comprende que la Radiestesia no se agota en la Rabdomancia como la Astrología no se limita a la Astromancia, nos damos cuenta que no se pretende hacer del hombre una especie de Dios que conoce el futuro. Por el contrario, se busca utilizar un medio que podrá ayudar a nuestros semejantes a vivir más armónicamente. No por nada la Radiestesia es el Feng-Shui de Occidente, y es en su aplicación de Geobiología donde más ayuda podrá dar a la humanidad y su entorno. Reintegrar al hombre a su estado primordial, al Adam Kadmon de los Cabalistas, es la finalidad de todo conocimiento cosmológico. Y, sin duda, hay en la Radiestesia mucho de este saber, aun cuando todavía se halla velado por su pretendido cientificismo.
Sirvan las anteriores notas de base para un estudio más acabado que, Dios mediante, indagará en los aspectos centrales de la Radiestesia.
*= Sergio Fritz Roa es miembro de la “Sociedad de Radiestesia de Chile”.
Ha ocurrido con muchas disciplinas tradicionales (empleamos aquí el término tradicional en el sentido dado por René Guénon, gran restaurador en Occidente de la metafísica) que con el avanzar de la densificación de nuestro mundo o caída, la sabiduría primordial se ha ido desvaneciendo y muchas veces el sentido mismo de un saber se ha desfigurado de manera tal que es casi irreconocible. Así, por ejemplo, ha acaecido con la Astrología que derivó en astronomía o la Alquimia que se transformó al perder su sentido espiritual en simple química. Desgajadas del marco espiritual estas ciencias han devenido herramientas más del materialismo en que vive la sociedad occidental.
El saber que comprende la Radiestesia proviene en gran parte de ciencias antiguas, entre las que podemos identificar especialmente a la Geografía Sacra. Al ser un residuo de ciencias tradicionales, la Radiestesia debió ser parte de una élite y ser transmitida de Maestro a discípulo. Por tanto, las áreas de su conocimiento no podrían ser entregadas de manera indiscriminada a cualquier advenedizo, sino luego de un proceso de verificación de ciertas condiciones de parte del alumno y de la comprensión y práctica de ciertos principios.
Hoy día no es fácil reconstituir plenamente el conocimiento de antaño. Pero si los radiestesistas somos capaces de indagar en las fuentes mismas de este saber y, por tanto, tener en claro cuáles son las directrices de la Radiestesia en tanto depositaria de un potencial espiritual inmenso, la tarea no será tan dura y, por el contrario, tendrá mucho sentido. René Guénon decía que si el hombre occidental era capaz de entender los principios metafísicos, reconstituir las ciencias tradicionales no sería complejo. Una vez dilucidados los principios, las aplicaciones de este saber se siguen fácilmente. Por tanto, creemos que si los radiestesistas actuales declinan en su deseo de pretenderse “científicos” en el concepto moderno (pues sin duda somos científicos, ¡pero de otra ciencia!; más prístina e integral, cuya misión es la ayuda del hombre y su entorno, y no la simple acumulación de estadísticas y cifras) para indagar más en los principios de esta Ciencia y Arte Tradicional el camino se irá haciendo más claro.
En el intento de restituir esta ciencia antigua, habrá que tener en claro algunas cuestiones vitales. Una de las más importantes es reintegrar a la Radiestesia a un contexto sagrado. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: lo que hace el radiestesista no es algo mecánico ni “racional” en su integridad. Hay factores de orden espiritual innegables que participan del “hecho radiestésico”. De ello muchos radiestesistas podrán dar su testimonio. Incluso nosotros hemos presenciado que la Radiestesia actúa con mayor eficacia cuando se utilizan nombres espirituales para atacar “puntos bloqueados”. Esta experiencia la hemos vivido junto con el radiestesista católico Juan Guillermo Prado. La fuerza del Verbo es una herramienta que ayudará a muchos radiestesistas a solucionar problemas de orden energético en personas, animales y casas.
Otro punto que deben considerar quienes deseen restablecer la Radiestesia a la categoría de las Ciencias Tradicionales, es conocer a fondo los pretendidos argumentos de los enemigos de la Radiestesia. Aquí nos interesan las críticas hechas por las autoridades exotéricas de las religiones. Al favorecer más la letra que el espíritu, ellos han indagado motivos en los textos sagrados para condenar esta ciencia. En verdad, lo que atacan tales libros no es el uso de la Radiestesia, sino el mal uso de ésta. Y tampoco todo tipo de Radiestesia sino una muy específica, en la cual jamás podría agotarse la inmensa área de saber radiestésica. Nos referimos a la Rabdomancia, es decir la adivinación a través de elementos radiestésicos (varillas, péndulos, etc.). La Radiestesia por sí misma no puede ser mala, salvo que se la emplee como sucedáneo de Dios. Quien hiciera de la varilla una especie de ídolo, sin duda que se alejará del Bien; pero quien solo la emplee como medio para ayudar a sus semejantes no entrará en contradicción con Dios. Además, el radiestesista no emplea invocaciones en su Arte, pues lo que ocurre realmente en el “hecho radiestésico” es la constatación de flujos de energías. Por otro lado si la Radiestesia fuera perversa un Profeta como Moisés (véase el Libro de los Números, de la Biblia) no la hubiese empleado. Finalmente, han sido los monjes católicos y ortodoxos un grupo de los que más han empleado este conocimiento, por lo cual difícil es pensar que la Radiestesia es algo demoníaco.
Cuando se comprende que la Radiestesia no se agota en la Rabdomancia como la Astrología no se limita a la Astromancia, nos damos cuenta que no se pretende hacer del hombre una especie de Dios que conoce el futuro. Por el contrario, se busca utilizar un medio que podrá ayudar a nuestros semejantes a vivir más armónicamente. No por nada la Radiestesia es el Feng-Shui de Occidente, y es en su aplicación de Geobiología donde más ayuda podrá dar a la humanidad y su entorno. Reintegrar al hombre a su estado primordial, al Adam Kadmon de los Cabalistas, es la finalidad de todo conocimiento cosmológico. Y, sin duda, hay en la Radiestesia mucho de este saber, aun cuando todavía se halla velado por su pretendido cientificismo.
Sirvan las anteriores notas de base para un estudio más acabado que, Dios mediante, indagará en los aspectos centrales de la Radiestesia.
*= Sergio Fritz Roa es miembro de la “Sociedad de Radiestesia de Chile”.